» Siete expertos lamentan el largo trecho por recorrer para aprovechar unas tecnologías ya disponibles
El trayecto hacia el modelo de ciudad inteligente con edificios eficientemente energéticos se está haciendo largo y no exento de obstáculos porque, a juicio de los expertos, este objetivo no entra aún en la lista de prioridades de la sociedad. La falta de información y los intereses contrapuestos al despegue del sector provocan que aún no se aplique una tecnología que está alcance de la mano. A fin de analizar estos obstáculos y, también, los avances, ABC reunió el miércoles en el foro «Eficiencia Energética: el Smart Building en la Smart City» a siete expertos: Jesús María Daza, director de la división Building Technologies de Siemens; José Antonio González, subdirector general de Promoción Industrial y Energética de la Comunidad de Madrid; José María Ezquiaga, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid; Rafael Herrero, presidente de ANESE; Raquel del Río, asesora del Área de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid; Luis Ortega, gerente de mantenimiento de Acciona, y Antonio Carretero, gerente de facility management de AENOR.
Jesús María Daza advirtió de que «uno de los sectores que tiene más carencias en digitalización es el de infraestructuras». De hecho, menos del 15% de las compañías tienen una estrategia de digitalización lo que, en su opinión, constituye una «barrera» y, además, contrasta con los sectores de las tecnologías de la comunicación. «Entendemos que en el camino donde se cruzan la eficiencia energética y la digitalización, los modelos a seguir están relacionados con la implantación de soluciones que llamamos smart city». Con tres vertientes: la modalidad inteligente integrada, la redes inteligentes de energía y las infraestructuras y los edificios inteligentes.
Inversion baja
Entonces, ¿qué pasos se están dando en las ciudades para que sean más inteligentes?, preguntó María Jesús Pérez, redactora jefe de Economía, que moderó el debate. José Antonio González mencionó el Plan de la Comunidad de Madrid que afecta a 266 edificios, con 22 medidas para una mayor captación de energía solar térmica. «Estamos regulando las inspecciones periódicas para mejorar la eficiencia y queremos mejorar la certificación energética de los edificios que lamentablemente se ha convertido en bastante burocrático». Y otro objetivo, la eliminación de las calderas de carbón, dando incentivos y aplicando la normativa de seguridad. Raquel del Río se felicitó porque Madrid es una «city 3.0». «El tráfico hoy en día se controla de forma automática con unos anillos detectores de vehículos que lo va gestionando». Destacó que todos los datos que se recogen, y no solo de tráfico, son públicos, de tal forma que se abre la ventana a nuevos negocios, a que gente joven, a través de la innovación y el emprendimiento, idee nuevas aplicaciones. Subrayó la importancia de la figura del gestor energético, sobre todo en edificios grandes. José María Ezquiaga puso de relieve que entre el 70 y el 80% de las emisiones son responsabilidad de las ciudades. El campo, que ocupa más del 98% de la superficie terrestre, solo lo es del 20%. «Y dentro de la ciudad, el edificio. «Pero, ¡ojo!, no durante su vida útil, sino desde el momento en que empieza a ser construido. Por tanto, nos interesa la gestión eficiente, no solo del edificio acabado y puesto en funcionamiento, sino de cada uno de los materiales que lo constituyen y del reciclaje integral del conjunto del edificio».
Reducir desplazamientos
Algunas de las decisiones que tienen más incidencia energética son tecnológicas, pero también incluyen un componente social. Así, un plan racional del transporte empieza por una organización racional de los usos del suelo. «Madrid tiene un magnífico sistema de transporte, pero una terrible organización espacial. Desastrosa. Ahora toca corregir». En su opinión, «de cara al futuro tenemos que pensar cómo reducir viajes».Por ejemplo, integrando en un área residencia, negocios, ocio… porque la separación de industria y vivienda «es obsoleta» y se entendía para humanizar la Inglaterra de Dickens, donde junto a las fábricas humeantes se ubicaban las casas de los obreros. Solo la disminución de viajes y una buena planificación del transporte reduciría las emisiones, más que todo el esfuerzo que pudiéramos hacer a corto plazo en edificación.
Luis Ortega lamentó que «se invierte muy poco» en tecnologías. En gran parte por falta de cultura. «Si quien está desarrollando el proyecto no cree en ello, es muy difícil, salvo que se le obligue. Cuando nos exige la Administración poner placas solares, las instalamos. Si no, tienes que estar convencido». Pero, en su opinión, el promotor o el gestor todavía no tienen ese convencimiento, pese a que las tecnologías están disponibles. Así que en el trayecto hacia un modelo de ciudad inteligente «vamos muy lento».
300 contra 30.000
Rafael Herrero lamentó que «los convencidos tenemos difícil llegar a una sociedad que no tiene ni idea, que no le interesa absolutamente nada y a la que le están tapando información». En su opinión, con «70 impuestos a la energía, seguro que reduces. Pero si gastas dinero en informar de proyectos convertibles en ahorro energético, y que el ahorro paga la inversión, la gente no hace caso». En opinión de Herrero, los «lobbies energéticos» provocan una «densa niebla» que no deja fluir la información.
Antonio Carretero reveló que en 2005 un tercio de las emisiones venían de la industria y que, con proyectos de aplicación conjunta en todo el mundo, más o menos se compensaba. Pero, «lo que estaba descompensado era el sector terciario y transportes, del orden de dos tercios, para lo que no había instrumentos de cara a la lucha contra el cambio». Desde entonces ha habido muchas directivas. Ahora, «se va al conjunto de edificios con un control informático integral de todos ellos». «Sí, pero aún hay empresas que promocionan la caldera individual», replicó Herrero. De hecho, coincidieron la mayoría, «las compañías que comercializan los pisos saben que, por cultura, se venden mejor con caldera individual». Y, por el contrario, no exhiben certificación energética como reclamo.
Al final, 300 ingenieros «convencidos» contra 30.000 «calefactores de toda la vida» aferrados a la caldera individual. Y un planteamiento sobre la mesa bien acogido: ¿por qué no reciclarlos?, integrándose en empresas con valor añadido, mediante cursos de formación.
Fuente: ABC